por Tartaro
El aroma a viejo penetraba por mi nariz. Quise maldecir por lo bajo pero el miedo me carcomía, lento e implacable. Ya había visto la pelota al final del túnel, sí, pero ahora todo no era más que una negrura total. La linterna del teléfono se recalentó según noté al tocarla y tener que apartar el dedo por el calor.
A pesar del estupendo día me arrepentí de venir. No me importó por fin hacer amigos e ir a jugar con ellos en un terreno baldío. No me importó recordar que ese terreno era de una fábrica donde ocurrieron muchos asesinatos precisamente a jóvenes como yo, porque quise bloquear cada pensamiento de mi cabeza.
Tan solo debía avanzar y tomar la pelota que mandaron a volar a ese condenado túnel.
Cada paso, latido y respiración. Todo eso hacía del tiempo un concepto más desconocido de lo que ya era para mí. ¿Segundos? ¿Minutos? Juraría estar ahí horas. Y bien podría haberlo estado porque ya no oía en lo absoluto los gritos que me apuraban desde afuera.
Llegar a la pelota fue una sorpresa desconcertante, lo admito. No esperaba lograrlo, luego de lo que para mí fueron días en aquel oscuro túnel.
Me agaché, frunciendo el ceño al tomarla y sentirla humeda. No entendía por qué, dado que esa parte del túnel, aunque llena de musgo, basura y agujeros en paredes y techo, no estaba mojada. Eso era antes de llegar ahí.
Mi mente se olvidó por completo de eso mientras, apoyando mi mano en la pared, me topé con un agujero por el que casi caí.
Conforme avanzaba mis pensamientos se nublaron. No llegar a la salida me ponía nervioso, e intentar pensar en otras cosas no estaba funcionando.
¿Jugar en un terreno baldío de una fábrica abandonada donde ha habido asesinatos? ¿Desde cuándo el estereotipo de protagonistas de películas slasher que va a lugares malditos era realidad? No lo sabía, y no quería saberlo. Así como no quería recordar que el asesino de la fábrica jamás fue encontrado. De la misma forma que ignoré el hecho de que era tarde, había pocos chicos arriba. No estaba llegando rápido al final, ya no oía a nadie y dónde antes pasé y había otro agujero en la pared, de repente había algo donde apoyarse, y en la palma de mi mano sentí el latir de un corazón.