El Renacer Del Amor
Puntuación: +6+x

por Howard

TA-TUM

En la absoluta oscuridad, sentí cómo mi corazón latía.

TA-TUM, TA-TUM

La completa nada me rodeaba; ni mi propio cuerpo podía ver, pero percibía los latidos, cómo la sangre regresaba a mi cuerpo.

TA-TUM, TA-TUM, TA-TUM

Respiré tan profundo como pude. Estaba viva, viva una vez más.

TA-TUM, TA-TUM, TA-TUM, TA-TUM…

Y lo sentí, en lo profundo de mis entrañas, en lo más hondo de mis huesos, en mi corazón: amor, un amor infinito. Amor a todo, a todos, amor al odio, amor al enemigo, amor a los dioses, amor a los demonios, amor a la tristeza, al enojo, amor al propio amor. Me amaba a mí. ¿De dónde surgió este amor? Cálido, acogedor, infinito… verdaderamente infinito.

Estás despierta, mi hija — resonó una cálida voz dentro de mi cabeza.

— ¿Madre? ¿Padre? — pregunté, pero las palabras sonaron vacías. Este ser, que me amaba como nada ni nadie podría amarme, ni siquiera mis propios padres me amaron tanto como este ser me amaba ahora mismo — No… amor mismo, ¿me necesitas? Haré todo lo que esté a mi alcance para devolverte todo el amor que me das.

Un profundo instinto de aceptación llenó todo mi ser; el amor mismo aceptó mis palabras. No lo volví a escuchar, pero el amor nunca se fue. En la profunda oscuridad, volví a sentir mi cuerpo, el rigor mortis dejando lentamente mi ser. Había madera bajo mí; estaba en una tumba, eso estaba claro. Hasta hace unos segundos estaba muerta.

Con toda mi fuerza rasguñé la madera encima de mí; se sentía húmeda y parcialmente podrida. Mis uñas se desgarraban y reparaban a la misma velocidad. El amor que me llenaba curaba mi cuerpo; se sentía cálido en mis venas. Lentamente, pasé de la férrea madera a la tierra compacta, con el amor como mi combustible logré salir.

La primera vista que me recibió no fue tan agradable como esperaba, pero la primera respiración de aire fresco fue bastante vigorizante. A mi alrededor había una docena de cadáveres, una chica con un puñal finamente adornado clavado en su pecho, mientras más lo miraba más me llamaba, el amor me dijo que era mío, que lo tomara, sin pensarlo mucho lo tomé, no parecía tener sangre, pero con su hoja de un rojo intenso era difícil de discernir. Había otra chica a su lado, vestía alguna clase de túnica, tal vez algo ceremonial, de color negro con intrincados adornos de dorado y rojo, el resto de cadáveres vestían lo mismo, salvo que no tenían los adornos, pobres, espero que sientan el amor en la otra vida.

El cielo estrellado estaba ciertamente fantástico. Amo las estrellas, tan bellas y tan lejanas. El amor en mi interior me hace saber que ellas también me aman y por ello siguen brillando. Veo a mi alrededor, un cementerio, tiene sentido. ¿Hacia dónde será la ciudad? El amor no me dice nada.

No tengo objetivo ahora mismo, supongo que cualquier lugar estará bien. Después de caminar unas horas, noté que no sentía hambre, ni sed, ni cansancio.

La ciudad era hermosa, pero desconocida. Algunos recuerdos de mi vida pasada pasaban por mi mente, pero eran fragmentados y confusos. Me sentía como si estuviera despertando de un largo sueño, tratando de recordar quién era y de dónde venía.

Caminé por las calles, observando a la gente que pasaba. Todos parecían tan ocupados, tan inmersos en sus propias vidas, todos se movían por amor, el amor era la razón de sus vidas, la razón por la cual estaban tan ocupados.

Pero entonces, un destello de recuerdo cruzó mi mente. Una imagen borrosa de una casa apareció frente a mí. No podía recordar exactamente dónde estaba, pero sabía que era importante. Sabía que tenía que encontrar esa casa, que era donde pertenecía.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, mis pasos y el amor me llevaron a una calle familiar. Reconocí los edificios, los árboles, los pequeños detalles que habían sido parte de mi vida una vez.

Y entonces la vi. La casa que había estado buscando. Estaba frente a mí, con sus ventanas iluminadas por la luz cálida y acogedora del interior. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras me acercaba lentamente.

Al llegar a la puerta, inhalé profundamente y dejé que el amor que me llenaba guiara mi mano mientras tocaba el timbre.

El sonido resonó a través de la casa, y esperé con el corazón en la garganta. Mientras esperaba frente a la puerta de la casa, una sensación de ansiedad se apoderó de mí. El tiempo parecía detenerse, y el latido de mi corazón resonaba en mis oídos con fuerza.

De repente, la puerta se abrió lentamente, revelando la figura de una mujer mayor. Sus ojos se abrieron con sorpresa al verme parada frente a ella, con la mirada llena de confusión y reconocimiento.

— ¿Quién eres tú? — preguntó la mujer, su voz temblorosa de emoción y miedo.

Sintiendo un nudo en la garganta, luché por encontrar las palabras adecuadas para responder. Pero antes de que pudiera decir algo.

— ¿Estás viva? — preguntó su débil pero reconocible voz. Era la voz de mi madre.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharla, y sin pensarlo dos veces, entré corriendo en la casa. Mis pies apenas tocaban el suelo mientras corría hacia la voz que tanto había anhelado escuchar de nuevo.

Al doblar la esquina, me encontré cara a cara con mi madre. Su rostro estaba pálido y demacrado, pero sus ojos se iluminaron al verme parada frente a ella.

— Mamá — murmuré, mi voz temblorosa por la emoción.

Ella extendió los brazos hacia mí, y corrí hacia ella, envolviendola en un abrazo largo y reconfortante. El amor que sentía por ella llenaba cada parte de mi ser, y por un momento, todo parecía estar bien en el mundo. Ese amor tan puro, lo podía sentir, me reconfortaba, pero entonces lo vi, mientras mi madre me llenaba el rostro de afectuosos besos, palidecía con cada beso, ella no lo sabía, pues seguía sonriendo y llorando de felicidad, pero estaba muriendo, ese amor, lo consumí, ahora todo estaba claro, su amor era tan fuerte que mi cuerpo lo consumió para llenarse de energía nuevamente.

Con el cadáver vacío de amor de mi madre entre mis brazos caí al piso y comencé a llorar, qué amargo era el amor a veces cuando pierdes algo, todo el amor dentro de mí se sintió triste, cada célula de mi cuerpo agonizaba por el dolor de la tristeza, un dolor completamente incapacitante recorrió cada centímetro de mi cuerpo, apenas podía soportarlo, la tristeza, el dolor.

Escuché la puerta romperse, vi unos hombres armados, encerrados en armaduras de combate, quería huir, gritar, pero solo pude soltar un breve gemido antes de caer inconsciente.

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License