Todos los hombres que no soy
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Hoy cómo ayer no saliste de casa, estás demasiado concentrado en uno de tus tantos pequeños proyectos personales que sabes nunca saldrán a la luz. Te levantas tarde, duermes tarde, llegas tarde a las citas con tus amigos o así sería si tuvieras alguno.
Tantos pensamientos que no llegan a ningún lado se estancan en tu cabeza mientras haces nada, tu mismo te estás estancando con la promesa vacía de que cambiarás de vida en algún momento. Mientes, lo sabes e ignoras.

Tantas cosas que deseaste hacer, se quedaron sólo cómo eso, un deseo. Te ves al espejo, no eres tú, ya no; ves el reflejo en el agua de tu tina de baño, no eres tú; te ves escondiéndote del mundo, escondiéndote bajo la cama en un movimiento rápido cuándo intentas quitarte los zapatos, en el techo antes de cerrar los ojos para dormir, por el rabillo del ojo mientras caminas de un lado a otro en tu habitación, mirándote fijamente por el desagüe del lavamanos, por el tragaluz, el asiento trasero del auto y las grietas en la pared.

Has aprendido a ignorarte, a vivir sin saber quién o quiénes eres, pero tú sigues ahí, observandote y ocultándote de ti mismo hasta hoy.
Hoy cómo ayer, viste tu sombra de nuevo, aquí y allá, de pie en el centro de la sala, en la oscuridad del eclipse eterno que has creado para ti y tu miedo. Miedo a ti mismo o lo que sea que esté desde el otro lado de la habitación, detrás tuyo y sobre ti.
Siempre estás ahí.
Observas con ojos falsos y un rostro que da la sensación acumulada de millones de años protegiéndote de algo que no es humano, y nunca debió ser percibido cómo tal. Se acercaron a ti, no puedes moverte, hay algo que olvidaste, es muy tarde para recordartelo. No eres tú, te ves y tiemblas, pues ellos no son tú.

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