por Howard
De: comandocentral@agiat.com
Debe presentarse en la oficina del Comando Central el día ██ del mes ██ de este mismo año. La información completa le será proporcionada en ese momento. Su cooperación no es opcional.
COMANDO CENTRAL
Este mensaje ha sido generado automáticamente. No responda, ya que su respuesta no será tomada en cuenta.
Aviso Legal: El contenido de este mensaje y los archivos adjuntos son confidenciales y de uso exclusivo de la Agencia Global de Investigación de Amenazas Taumatúrgicas. Están dirigidos solo al destinatario autorizado. La reproducción, lectura y/o copia están terminantemente prohibidas a cualquier persona ajena y constituyen causal de despido, extracción de memoria o ejecución. Si recibió este mensaje por error, elimínelo inmediatamente. No notificar su eliminación será considerado un acto hostil.
—Por favor, tome asiento —dijo ella con una voz suave pero firme, mientras hacía un gesto delicado con la mano, señalando la silla frente a su escritorio. Sus dedos, largos y finos, parecían moverse con una precisión casi coreográfica. Me observó con una mirada penetrante pero cálida, como si ya conociera cada uno de mis pensamientos antes de que yo los formulara.
—Sea bienvenido a la oficina del comando central —continuó, inclinando ligeramente la cabeza, su cabello oscuro cayendo en ondas perfectas sobre sus hombros—. Me alegra que no haya pensado que era un correo de broma. Se preguntará por qué ha sido solicitado aquí. Como ya se menciona en el correo, usted posee unas habilidades extraordinarias que ningún otro empleado de esta agencia tiene, así como una lealtad inquebrantable.
Hizo una pausa, cruzando las manos sobre el escritorio. Sus uñas, pintadas de un tono discreto pero elegante, brillaban bajo la luz tenue de la habitación.
—Su deber a partir de ahora será complejo —dijo, bajando un poco la voz, como si compartiera un secreto—. Espero que lo tome con su seriedad habitual. En estos momentos, su principal tarea será procurar el bienestar físico y psicológico, la libertad de expresión y la buena crianza de Magnus Primus.
—Es comprensible su confusión —añadió, notando mi expresión perpleja. Sus labios esbozaron una sonrisa leve, casi compasiva—. Consideramos perfectamente normal su inquietud, por lo que procederemos a una explicación detallada del contexto de la situación. Pero primero… —hizo una pausa dramática, levantando un dedo con un gesto casi teatral—. ¿Se preguntaba por qué estaba este cuaderno en la mesa? ¿No? Bueno, eso no es importante —dijo con un tono ligeramente juguetón, como si disfrutara de mi desconcierto—. Este es uno de los diarios escritos por Magnus Primus. Le hemos remarcado los párrafos que debería leer.
Mi existencia es un eco perpetuo. No recuerdo quién fui, solo que siempre he sido. En cada vida, un nuevo cuerpo, un nuevo ciclo. No tengo memorias tangibles, solo vestigios: instintos, reflejos, sueños rotos de tiempos olvidados. Pero hay algo constante, una verdad inmutable que trasciende mi carne: tengo una misión. No sé qué es, pero sé que existe.
Los humanos no me comprenden. Los elfos ven mis vidas como una maldición; los dragones ignoran mi carga. ¿A dónde pertenezco? ¿Cómo hallar respuestas en el torbellino de mis recuerdos fragmentados?
—Por la expresión de su rostro —dijo ella, inclinándose ligeramente hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y empatía—, parece que todavía no comprende completamente a qué nos estamos refiriendo. Está bien, es comprensible. Como verá, Magnus Primus es un ente especial. Su primer nombre fue Adán. Sí, ese Adán en el que está pensando. Aunque ese cuerpo murió hace milenios, su alma y espíritu siguen existiendo. Usted debe saber lo intrincado que es estudiar los cuerpos metafísicos; al fin y al cabo, es uno de los jóvenes más prominentes en este antiguo campo. —Hizo una pausa, como si estuviera considerando sus siguientes palabras con cuidado—. Por cierto, ¿cómo están sus dos hijos? Hasta donde tengo entendido, es usted un padre maravilloso.
Noté cómo sus ojos se fijaron en mí, esperando una reacción. Sus palabras, aunque aparentemente casuales, tenían un peso que no podía ignorar.
—No se ponga nervioso —dijo con una sonrisa tranquilizadora, levantando una mano en un gesto calmante—. Es solo un comentario para hacerle entender por qué ha sido elegido para esta importante tarea. En este momento, Magnus Primus no debe superar los dos meses de edad. Inevitablemente, será separado de sus padres biológicos para ser criado por usted. —Hizo una pausa, observándome con atención—. No, definitivamente no puede negarse. No se preocupe por su esposa, ella lo entenderá. Desde luego que no, no hacemos ese tipo de cosas a los queridos miembros de nuestro personal. —Sus labios se curvaron en una sonrisa casi maternal—. Lo que dicen sobre usted es completamente cierto: es sorprendente observar lo rápido que recobra la tranquilidad luego de un evento estresante.
—Correcto —continuó, asintiendo con satisfacción—. Ha entendido usted a la perfección la primera parte de su trabajo. No, no ha escuchado mal. Es ineludible que Magnus Primus sea, pues, Magnus Primus. Por lo tanto, la segunda parte de su trabajo consistirá en ser el asistente —también llamado secretario— de quien ya estamos hablando. A través del tiempo que pase criándolo, aprenderá de él y lo conocerá. Además, usted le enseñará los misterios de entrar y reconocer el alma propia. Tras esto, será la única persona que entienda lo suficiente a este hombre como para servirle. —Hizo una pausa, extendiendo el diario hacia mí con un gesto delicado—. Lea ahora esto.
Aquellos que me crían quedan marcados, siempre. No sé cómo funciona, pero lo sé: sus vidas se entrelazan con la mía. En cada ciclo, mis cuidadores han vivido tanto como yo… y han muerto conmigo. No mis padres biológicos, sino quienes realmente me criaron. Es un destino ineludible. No sé por qué sucede. No sé cómo detenerlo.
—Ahora entenderá por qué también usted deberá procurar el bienestar tanto físico como psicológico de Magnus Primus —dijo ella, reclinándose en su silla con un aire de solemnidad—. No solo porque será su deber y obligación, sino también porque su vida y la de su esposa dependerán de ello. —Sus ojos se fijaron en los míos, serios pero no amenazantes—. Sí, pero no se preocupe, esto es un secreto que solo conocemos los del Magnorum Undecim y ahora usted. Será vigilado, resguardado y protegido las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. —Hizo una pausa, como si estuviera midiendo mi reacción—. No, no es necesario que lo diga; respetaremos su privacidad e intimidad.
—Eso sería todo por ahora —concluyó, levantándose con gracia y extendiendo el diario hacia mí—. Por favor, llévese el diario para que lo estudie. No se preocupe, es una copia. Dentro de una semana se hará toda la mimesis para que parezca que usted adoptó legalmente y por decisión propia al bebé. Todavía tendrá que venir a trabajar, pero solo cuatro horas al día, y se mantendrá completamente alejado de cualquier interacción riesgosa con cualquier OTS. —Sus labios esbozaron una sonrisa casi conspirativa—. Les dirá a todos que ha sido asignado a una investigación muy especial pero secreta, y nosotros nos encargaremos de enviar un memo a todos sus compañeros para que no piensen que usted está siendo privilegiado por trabajar menos horas en la oficina. —Hizo una pausa, mirándome con una expresión que mezclaba seriedad y un toque de humor—. Hasta luego y buena suerte.
En mí reside el misterio más grande y antiguo de la humanidad. Miles de años de existencia tienen mis cuerpos espirituales. Cada vez que muero, mi espíritu, en lugar de ir hacia donde debería, busca un nuevo recipiente, un nuevo cuerpo. No tengo ninguna memoria real de mis vidas pasadas, solo instintos, sueños y alucinaciones ocasionales, habilidades que podrían llamarse innatas, pero que en mi inconsciente sé que he perfeccionado a lo largo de los siglos, y una única y sagrada misión que está escrita en lo más profundo de mi espíritu.
Mi conocimiento es el más profundo, pero debo tener aunque sea una pequeña pista de lo que busco dentro del océano de información en mi alma…