Sabía que ella estuvo actuando raro desde hace un par de días. Inicialmente no le di importancia, argumentando que era mi imaginación y culpa del estrés del trabajo.
Hoy salí del trabajo tarde, como siempre. Todo fue normal hasta que llegue a casa. Becky no estaba en ninguna parte. Por más que la busqué y la llamé no aparecía.
Estuve como veinte minutos buscándola, hasta que la vi acostada en el sofá. Y al acercarme con intención de abrazarla lo noté. Esa cosa no era mi Becky. Esa cosa notó mi presencia, se levantó sobre sus dos patas y me miró con sus fríos ojos blancos carentes de vida. Corrí y eso vino detrás de mí. Me persiguió hasta el segundo piso, dónde por suerte logré despistarlo y conseguí ocultarme en mi habitación.
Agarré mi bate de béisbol y me oculté tras la puerta. Podía oírla. Me buscaba. Me llamaba. No tengo idea de que hacer, y solo se me ocurre mirar con miedo y confusión el fondo de pantalla de mi celular.
Los recuerdos de mi mejor amiga saturaron mi mente. Aquella que siempre estuvo a mi lado ahora no existe. Solo es una sombra de lo que fue. No me pude contener, y susurré con lágrimas en los ojos:
— Lo lamento, Becky…
Ahora no puedo pensar. Ella está entrando. Lo único claro, es que estoy empuñando con fuerza mi bate, listo para matar esa cosa. Debo hacerlo. Por mi pequeña Becky.