Las cartas que nunca responderás
Puntuación: +4+x

por Llamas

Hoy vuelvo a escribirte, como tantas veces. No sé si mis palabras son más que tinta condenada a perderse en el tiempo, pero no dejaré de insistir. No sé si por costumbre, por locura o porqué, en medio de este tormento interminable, tu existencia brilla como un faro en la tormenta. Uno que nunca podré alcanzar.

Te he dejado al menos una docena de cartas este año, y apenas estamos en marzo. A veces me pregunto si las lees, si sonríes, si siquiera te molestas en abrirlas. No importa. Seguiré escribiendo, aferrandome a esta absurda devoción como si fuera un hechizo que me mantiene en pie.

El olor a cigarro en tu cabello cuando paso a tu lado es un elixir inesperado. Un trago de café que me despierta, que me recuerda que no he muerto. Tus ojeras, profundas como la noche, me resultan hipnóticas, más bellas que cualquier joya encantada.

A veces me encuentro adorando cosas que, quizá, otros no notan de ti. Ese diminuto lunar junto a tu ojo izquierdo, justo donde la sombra de tus ojeras empieza a desvanecerse. Me encantan tus labios ligeramente fruncidos cuando notas que un documento está mal archivado. La forma en que tus dedos se mueven por el teclado, tranquilos, como vacilantes, luego rápidos e implacables.

Anhelo verte inclinada sobre un nuevo archivo, con esa mirada inquisitiva y tu respiración contenida cuando algo te interesa. Anhelo el suave chasquido de tu lengua contra el paladar cuando ves errores en la investigación. Anhelo la sonrisa fugaz, casi imperceptible, que se extiende por tu rostro cuando, por unos minutos, logras sumergirte en los puzzles que te cautivan, algo que, quizá, te hace olvidar que el mundo existe.

Te he visto entre estanterías, entre el polvo y la tinta de archivos sin alma. Tu mirada, perdida en documentos que dejaron de significar algo, se mueve con la misma precisión mecánica de quien ha sido devorado por la rutina. Y, sin embargo, me pregunto, ¿Por qué sigues aquí? ¿Por qué te entregas al vacío, a estas horas sin descanso?

Yo se porqué estoy aquí. Es un castigo. Un precio que debo pagar por lo que hice. Pero tú… ¿Acaso, como yo, estás atrapada en esta maquinaria insensible que nos consume sin piedad? Si no es así, si alguna vez decides huir, si alguna vez recuerdas lo que significa vivir… hazlo. No lo dudes. Corre antes de que sea demasiado tarde.

Mientras tanto, yo seguiré aquí. Un fantasma entre registros, una sombra entre pasillos. Un susurro en cartas sin respuesta.

Hay días en los que quiero dejar todo atrás. Huir de la agencia, escapar a otro plano y arrastrarte conmigo. Recorrer el velo, dormir bajo el cielo de la otredad, contar las ovejas cósmicas que vagan en el vacío infinito entre planos. Tomar tus dedos maltratados por el teclado y besarlos, uno a uno, como si así pudiera aliviar las cicatrices invisibles que el trabajo ha dejado en ti.

Pero no puedo. Y tú tampoco. Estamos encadenados.

Me aferro a la única certeza que me queda: saber que, en algún rincón de esta prisión mal llamada AGIAT, respiras el mismo aire que yo. Que, aunque nunca me veas, aunque nunca me nombres, compartimos el mismo castigo.

Si tan solo no estuvieras bajo la mirada de Johan… Si tan solo pudiera salvarte de ese viejo zorro del Magnorum…

Pero el mundo no nos pertenece, Josefina. Solo nos queda la certeza de que existimos el uno para el otro, aunque solo sea en estos susurros de papel.

Déjame seguir amándote así. En lo invisible. En lo eterno.

Anónimo

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License