por Howard
Día 2789 después del Desastre.
Escribo estas palabras para olvidar, pero también para ser recordado. Es una ironía que no se me escapa, ni siquiera sé si tiene sentido escribir cuando no hay nadie que lo lea, pero lo hago igual. Supongo que es por costumbre o porque en el fondo todavía tengo la esperanza de que algún día alguien encuentre estos cuadernos y entienda un poco lo que pasó. Aunque, siendo honesto, ni yo mismo lo entiendo del todo.
Este es el quinto cuaderno que empiezo, lo encontré en un centro comercial abandonado junto con unas pocas latas de comida y una linterna que no sé cuánto le dure la batería. Si alguien llega a leer esto sin los anteriores, seguro se va a perder un poco, porque no tengo ganas de repetir lo mismo una y otra vez. Pero igual, haré un resumen rápido:
Alguien, en algún lugar, apretó un botón rojo. Y después otro alguien apretó su botón rojo. Y después más gente hizo lo mismo. Y ahora la mitad del mundo es un montón de cenizas y ruinas donde no queda más que el recuerdo de lo que una vez hubo. No sé bien cómo fue todo porque no estaba en un lugar importante cuando pasó, pero por lo que he oído, el norte global es poco más que un desierto radiactivo. Lo llaman la "frontera de la muerte". No tengo idea de qué habrá del otro lado, si es que hay algo, pero una parte de mí habría querido que hubiera algo más… algo más interesante, algo sacado de las historias que leía antes. No sé, zombies, mutantes, lo que sea. Cualquier cosa que hiciera esto un poco más… llevadero. Pero no. Al final, el mundo se fue al carajo de la manera más aburrida posible: con humanos siendo humanos.
No formé parte de ningún grupo. Siempre leí sobre eso, gente uniéndose, sobreviviendo junta, confiando los unos en los otros. Yo no. Nunca me he fiado de la gente. En este mundo, confiar en alguien es abrirle la puerta para que te clave un cuchillo en la espalda. Y lo mismo al revés. Prefiero estar solo, porque sé que no tengo que preocuparme por tomar decisiones difíciles… aunque a veces me pregunto si no me estoy perdiendo de algo.
A pesar de todo, este mundo es… hermoso. Es irónico, ¿no? Con todo destruido, con la civilización colapsada, el cielo es más azul que nunca. Los árboles son más verdes, las estrellas más brillantes. A veces pienso que el mundo está mejor sin nosotros. Que la naturaleza está recuperando lo que le robamos.
Pero luego miro las nubes y recuerdo. Antes me gustaban. Me gustaba mirar el cielo, ver cómo cambiaban las formas, imaginar cosas. Ahora me aterran. Son peligrosas. No sé qué tienen, pero cuando vienen, hay que esconderse. Aprendí eso rápido. Aprendí que si te atrapan, te enfermas. O peor.
Día 3 en el nuevo mundo.
Creo que han pasado tres días, pero no estoy seguro. El tiempo se siente… raro. Después de tanto vivir mirando solo el sol y las estrellas para calcular los días, estar encerrado en una habitación blanca sin ventanas descoloca mucho. No tengo manera de saber si es de día o de noche. Lo único que rompe la monotonía son las luces que se apagan y prenden, pero no sé si siguen algún horario real o si lo hacen a propósito para confundirme.
Esta habitación me recuerda a las salas psiquiátricas de las películas viejas, esas donde metían a los locos y los dejaban ahí hasta que se rompían por dentro. No sé si esto es un hospital, una prisión o algo peor.
Intentaré recapitular.
Desperté en medio de una llanura verde. No había ruinas, no había ceniza, no había restos del mundo que conocía. Solo pasto, colinas y un cielo tan azul que por un momento pensé que seguía soñando. No sé cuánto tiempo me quedé ahí tirado, pero sé que pasaron al menos veinte o treinta minutos en los que no hice más que mirar las nubes. Eran blancas, limpias. No tenían ese tono sucio y enfermizo que aprendí a temer. Fue hermoso. Y aterrador.
Entonces llegaron ellos.
Eran diez… no, tal vez quince. Vestían trajes que parecían de protección contra radiación, pero no como los que conocía. Eran más avanzados, más… sofisticados. Se movían con facilidad, sin las limitaciones que solían tener esos trajes. No parecían hostiles, pero mi instinto gritó que corriera. No lo hice. Me quedé ahí, esperando, tratando de analizar la situación. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, intenté defenderme. Ni siquiera sé por qué. Tal vez fue puro reflejo, tal vez fue porque el miedo me hizo actuar antes de pensar.
No sirvió de nada.
No tenía armas, ellos tampoco. Pero en un abrir y cerrar de ojos, estaba en el suelo, esposado. Ni siquiera sé cómo pasó. No usaron fuerza bruta, no me golpearon, pero de alguna manera, simplemente me redujeron. Me arrastraron a un vehículo, me trajeron aquí, a este… lugar.
Me hicieron preguntas. No muchas, pero suficientes para hacerme sentir como un bicho raro bajo la lupa de un científico. No se mostraban crueles, pero tampoco amables. Eran… fríos. Distantes. Me revisaron, me hicieron pruebas, me pusieron inyecciones. Dijeron que eran vacunas. Para qué, no lo sé.
Y luego, me dijeron lo que soy.
Un exánima.
Qué palabra más extraña. Me miraron como si esperaran que entendiera lo que significaba, pero yo solo me quedé en silencio. Luego explicaron: No tienes alma.
¿Qué se supone que significa eso? Siempre fui creyente, aunque nunca fui un fanático. Creía en el Gran Dios, en que había algo más allá de este mundo. Pero esto… esto me dejó frío. ¿Cómo puede alguien estar vivo sin alma? ¿Cómo lo saben? ¿Cómo pueden medir algo que ni siquiera debería ser tangible?
Si alguien está leyendo esto, supongo que también eres un exánima. No sé qué decirte. No sé qué significa para nosotros, ni qué piensan hacer con nosotros.
Pero una cosa sí sé: cuando me miraban, no me veían como una persona. Me veían como un sujeto de estudio. Y eso me da miedo.
Día 7 en el nuevo mundo.
Estuve en un vuelo durante doce horas, y luego me subieron a un camión que parecía demasiado avanzado, más de lo que creí posible. Viajamos por dos días, cruzando paisajes que solo había visto en libros viejos y en mis sueños. Montañas cubiertas de bosques infinitos, ríos de agua cristalina, cielos tan inmensos y despejados que casi daban vértigo. Todo parecía… perfecto. Y sin embargo, no lo era.
Este mundo es hermoso, mucho más de lo que mi mundo alguna vez fue, incluso antes del desastre. Es como si la naturaleza aquí estuviera más viva, más vibrante. Los colores son más intensos, el viento huele más puro, los árboles parecen crecer con más fuerza, las estrellas titilan con más intensidad. Es como un Edén renacido, un lugar que nunca fue tocado por la guerra, por la muerte, por el miedo.
Pero al mismo tiempo… hay algo que no está bien. No sé cómo describirlo. No es solo la sensación de estar en un lugar desconocido, no es solo el miedo a lo que pueda pasar. Es más profundo. Es como si este mundo no me quisiera aquí. Como si me rechazara de una forma que no puedo explicar.
Cuando camino por la tierra, siento que no la piso de verdad. Como si flotara apenas unos milímetros por encima de ella. Cuando respiro este aire puro, a veces me cuesta llenarme los pulmones, como si no estuviera hecho para mí. Y lo peor es cuando me miro en un reflejo. En el agua de un lago, en el cristal de una ventana. Me veo a mí mismo, pero algo está… mal. Es mi cara, sí, pero al mismo tiempo, no lo es. Como si la imagen intentara deformarse, como si este mundo estuviera tratando de borrarme, de deshacerme.
Es una sensación extraña, como si fuera un intruso en mi propio cuerpo. Como si este mundo supiera algo que yo no. Como si hubiera reglas invisibles, normas que se sienten en los huesos, en la piel, en el aire, y yo simplemente no encajara en ellas.
Me pregunto si los demás lo sienten.
Llegamos a un pueblo, parece algo de un país que conocía en mi mundo, Leutania… pero no, no es Leutania, solo se siente similar. Hay gente aquí, ¿unas cincuenta o sesenta personas? Viven tranquilos, como si fueran parte de este lugar. Tal vez ellos no sienten lo mismo que yo. Tal vez el problema soy yo.
Estoy cansado. Dormiré, y quizás mañana todo esto sea solo una idea absurda que nació del cansancio. Quizás, con el tiempo, esta sensación desaparezca. Quizás, algún día, este mundo me acepte.
Día 22 en el nuevo mundo.
dibujo 2
Hoy decidí retratarme. Me miré en un espejo viejo, con el vidrio opaco por el polvo y la falta de luz. Acá no hay electricidad, y no entiendo bien por qué. La agencia tiene tecnología avanzada, usan energía solar, tienen un domo de contención, pero aquí… aquí nos dejan sin nada. Es como si estuvieran probando algo, o probándonos a nosotros.
Pero este lugar es distinto. La sensación de rechazo, de que el mundo entero me empuja fuera, no es tan fuerte aquí. No ha desaparecido, pero es más débil. La energía de este sitio es diferente… se parece más a mi hogar, aunque no es lo mismo. Es como si alguien hubiera tratado de imitarlo y lo hubiera hecho casi bien, pero con algo fuera de lugar. Algo que no puedo señalar exactamente, pero que noto con cada respiro.
He hablado con algunos de los otros aquí. La mayoría son jóvenes, apenas adultos, y me dijeron que yo soy el más viejo. Algunos creen que eso me hace responsable de hablar con la agencia. No me gusta la idea. No quiero tratar con esos científicos de bata blanca ni con los guardias armados que nos observan en silencio.
Darren me contó algo extraño. Hubo un grupo que intentó escapar hace meses. No se los llevaron, no los mataron, ni siquiera los detuvieron. Simplemente… volvieron. Corrieron durante horas, atravesaron bosques, cruzaron colinas, se alejaron lo más que pudieron. Y en algún punto, sin saber cómo, sin darse cuenta, se encontraron de nuevo en el pueblo.
Lo intentaron varias veces. Cada vez tomaban otra dirección, cada vez avanzaban más rápido, tratando de memorizar el camino. Pero no importaba cuánto corrieran o qué ruta tomaran, en algún momento algo pasaba. Algo imperceptible. Daban la vuelta sin querer. Regresaban sin darse cuenta.
“Nadie nos bloqueó,” me dijo Darren. “Nadie nos atrapó. Solo… volvimos.”
Es inquietante. Me hace preguntarme si en verdad estamos en un lugar físico o en algo más. No sé si hay una pared invisible, un truco de la mente o alguna clase de magia extraña, pero este sitio no es normal.
No sé si eso me da miedo o si me alivia. Si no hay escapatoria, entonces tal vez, solo tal vez, sea mejor aceptarlo.
Día 30 en el nuevo mundo.
Ya conocí a todos en el pueblo. Somos 149 sin contarme a mí. Es curioso, porque aunque todos somos “exánimas” según la agencia, ninguno de nosotros es igual.
Nos organizamos en grupos, no porque alguien lo ordenara, sino porque así ocurrió naturalmente. Son dieciocho grupos en total, cada uno compuesto por personas del mismo mundo. Me tomó un tiempo entenderlo, pero después de muchas conversaciones y preguntas, quedó claro: las personas de cada grupo comparten recuerdos, cultura, historia… provienen del mismo lugar, aunque no recuerden cómo llegaron aquí.
Todos menos yo.
Soy el único de mi mundo.
La mayoría de los mundos de los demás eran bastante normales, o al menos no tan distintos al mío. Ciudades, mares, bosques, guerras, política, familias… nada que sonara imposible o ajeno. Pero había algunos que eran simplemente extraños, y cada vez que alguien hablaba de ellos, sentía un escalofrío recorrer mi espalda.
Estaba el mundo de Draes, donde la mitad del planeta era un desierto nuclear. No por un desastre repentino como el mío, sino porque así había sido desde hacía siglos. Las guerras eran constantes y los pocos que quedaban vivos luchaban por cada recurso. Nunca hubo un final para sus conflictos, solo sobrevivientes cada vez más duros, más desesperados.
Luego estaba Varkos, un planeta más pequeño que el mío, aunque según sus habitantes, el sol era el mismo. La diferencia era que, por alguna razón, se veía mucho más grande y de un color rojo intenso, casi como si ardiera con más furia. Nunca lograron explicar por qué, ni si aquello había afectado la vida en su planeta de alguna forma más profunda.
También estaba Taaris, donde el cielo era rojo en lugar de azul y la flora tenía colores imposibles para mí. Árboles de hojas violetas, campos enteros de flores negras y ríos oscuros que reflejaban la luz de un sol que parecía estar en llamas. Según ellos, todo eso era normal, lo único que se les hacía raro era que en otros mundos la vegetación fuera "tan aburridamente verde".
Pero el que más me desconcertó fue Solmara, un mundo atrapado en un verano eterno. No existía el invierno, ni la nieve, ni el hielo natural. Ninguno de los habitantes de ese grupo había visto una montaña blanca en su vida, ni experimentado el frío real. Más extraño aún, en toda su historia no había personas de piel pálida; todos eran de tonos oscuros o dorados. Cuando les hablé de los inviernos de mi hogar, me miraron como si estuviera describiendo una fantasía imposible.
Hablar con ellos me hizo darme cuenta de algo inquietante: al principio, pensé que venía de Draes, pues su mundo tenía cicatrices de la guerra, al igual que el mío. Pero cuanto más hablábamos, más me daba cuenta de que no encajaba. Sí, ambos mundos fueron devastados, pero el suyo fue una lenta agonía de siglos de guerra, mientras que el mío se destruyó en un instante de fuego y explosiones. La cultura, la historia, las armas… todo era diferente.
Entonces, ¿de dónde vengo realmente?
Y lo más importante… ¿por qué estoy solo?
Día 75 en el nuevo mundo.
Sigo sin encontrar a nadie de mi mundo, pero ya casi no pienso en eso. Supongo que en algún punto dejé de esperar.
Cada día se siente un poco menos pesado que el anterior. No sé si es resignación o simplemente acostumbrarse.
La agencia nos provee todo lo que necesitamos. Podrían darnos una vida cómoda sin mover un dedo, pero como dijo Johanes Marine: "El trabajo ya es suficiente razón para vivir." Y creo que todos aquí lo entendemos. Nos dejan trabajar en lo que queramos, con algunos límites, claro. No podemos estudiar la magia. No es porque no nos dejen, sino porque literalmente no podemos. Nuestros cuerpos y nuestras mentes simplemente no pueden manejarla, por más que algunos lo han intentado.
Aún así, nos han traído de todo: pequeños laboratorios científicos, grandes talleres de carpintería y herrería, herramientas para cualquier oficio que quisiéramos aprender o continuar. Todos han encontrado algo en qué ocuparse. Algunos cultivan la tierra, otros escriben. Incluso hay quienes se han dedicado a la abogacía, aunque en este lugar casi no hay leyes que interpretar ni juicios que hacer.
Yo, en cambio… no hago realmente nada.
O al menos, nada tangible.
Soy el líder, aunque nunca quise serlo. No porque alguien me haya elegido formalmente, sino porque todos me tratan como si lo fuera. Dicen que tengo una "sabiduría especial", aunque yo no me hago muchas ilusiones con eso. Solo hablo con la gente, trato de resolver conflictos antes de que se conviertan en problemas reales. Converso con los agentes y científicos de la agencia, a veces para negociar, otras simplemente para mantener la comunicación abierta.
Algunos días, termino haciendo de terapeuta. No me entrenaron para esto, pero aquí todos cargamos con algo, y a veces solo se necesita alguien que escuche. No sé si lo hago bien, pero nadie se ha quejado todavía.
Día 97 en el nuevo mundo.
Cada vez me acerco más a los guardias que nos custodian. Al principio parecían figuras distantes, frías, como si estuvieran hechos de piedra, pero poco a poco he ido descubriendo que son más que simples vigilantes con miradas duras. No todos son amables, claro. De hecho, la mayoría tiene cara de pocos amigos, como si la vida los hubiera golpeado demasiadas veces y ya no esperaran nada bueno del futuro.
Uno en particular, Van Lifearthen, tiene una mirada que parece atravesarte. Siempre con el ceño fruncido, siempre con la mano cerca del arma, como si en cualquier momento algo pudiera salir mal. No es que sea hostil, pero tampoco transmite tranquilidad. He intentado hablar con él en varias ocasiones, pero sus respuestas son cortas, medidas. Como si elegir demasiado bien sus palabras fuera una cuestión de supervivencia.
Según ellos, realmente no están aquí para evitar que salgamos. Nunca han intentado detener a los que lo han intentado. Los han visto correr hasta el agotamiento, solo para darse cuenta de que, sin importar cuánto lo intenten, siempre terminan de vuelta. Los guardias simplemente observan, sin intervenir.
—No estamos aquí para retenerlos. —me dijo uno de ellos ayer, un tal Graves, con una sonrisa cansada—. Estamos aquí para evitar que entre lo que no debe entrar.
No quise preguntar más.
Si hay algo allá afuera de lo que nos están protegiendo, no sé si quiero saberlo.
Día 109 en el nuevo mundo.
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Después de todo, ese tal Van Lifearthen no era tan mala persona como parecía. Sigue teniendo esa cara de tipo duro, pero resulta que debajo de toda esa apariencia de perro rabioso hay alguien con quien se puede hablar. Hasta me ha dejado retratarlo y todo.
Hoy, mientras lo dibujaba, me contó una historia sobre su pasado. Según dice, tuvo un accidente grave en una incursión. Un enemigo le voló la pierna con algo que no quiso describir y, por un momento, pensó que iba a morir desangrado ahí mismo. Pero su amigo, un mago especializado en criogenia, congeló la pierna al instante, evitando que la herida siguiera sangrando. Luego, él y otro soldado lo cargaron durante tres kilómetros a través de una jungla espesa, usando magia de reforzamiento corporal para aguantar el peso y la velocidad. Lo llevaron directo al médico de campaña, y contra todo pronóstico, lograron unirle la pierna de nuevo.
Obviamente, le pregunté cómo demonios funcionaba algo así. La congelación debería haber dejado la pierna inservible, ¿no? Solo se rió y dijo que la taumaturgia tiene su ciencia. Supongo que es su manera de decirme que no lo entendería aunque lo intentara.
Después de todo eso, lo transfirieron aquí. Según me explicó, perdió algo de movilidad en la pierna, pero lo peor fue que se le rompieron los… ¿vasos místicos? Creo que así los llamó. No entendí muy bien, pero por lo que dijo, su pierna ya no recibe un flujo constante de maná, así que su magia de reforzamiento corporal no llega ahí. Básicamente, la pierna sigue ahí, pero es lo más normal que tiene en su cuerpo ahora.
Empiezo a pensar que este es un lugar de descanso para los veteranos. No por piedad, sino porque aquí no hay guerra. No hay magia que los exija al límite, ni enemigos que los maten. Nos vigilan, sí, pero no porque nos vean como una amenaza.
Ellos saben que no somos ningún riesgo
Día 273 en el nuevo mundo.
Hoy, mientras hablaba con Amaranta, me di cuenta de que nunca mencioné algo importante en este diario. No sé cómo pude olvidarlo, pero supongo que en algún punto simplemente se me pasó.
Amaranta está embarazada.
Desde hace meses, de hecho. Debió haber quedado embarazada alrededor del día 40 desde que llegamos aquí. En algún punto empezamos a hablar más seguido y ella siempre está radiante cuando menciona al bebé. Dice que este mundo, por extraño que sea, le parece un buen lugar para que crezca una nueva vida. "Una oportunidad para empezar de nuevo", me dijo una vez.
A veces la encuentro sentada en la plaza del pueblo, con las manos sobre su vientre, mirando el cielo anaranjado de este mundo como si esperara encontrar algo ahí. Me dice que siente que su hijo va a ser especial, que nacerá con una conexión única con este lugar. A veces me contagia su entusiasmo y, por un momento, incluso yo empiezo a pensar que tal vez esto no es tan malo, que puede haber esperanza después de lo que pasó en nuestros mundos.
Día 299 en el nuevo mundo.
Últimamente, todos parecen felices. O al menos, tan felices como se puede estar en un mundo que no es el tuyo, atrapados en un pueblo sin salidas reales. Pero la gente ha encontrado sus rutinas, sus propósitos. Trabajan, ríen, discuten y se reconcilian. Algunos hasta han formado pequeñas tradiciones. He visto parejas celebrar aniversarios que, técnicamente, no deberían contar en este lugar. La mayoría de ellos me ven como su representante, aunque nunca pedí ese rol. No sé por qué me eligieron, pero aquí estoy.
Uno de los que más apoya mi papel es el esposo de Amaranta. Es un joven muy capaz, con buen juicio, aunque algo incauto y distraído. Le falta confianza en sí mismo, pero cuando se trata de tomar decisiones importantes, sabe lo que hace. No es estúpido, solo… nervioso. Especialmente con los guardias. Le teme demasiado a ellos.
No es que sean unos monstruos, claro. No nos han tratado mal, y a estas alturas ya sé que su presencia aquí no es para mantenernos encerrados, sino para evitar que algo entre. Aun así, él no puede relajarse cuando están cerca. Incluso cuando Van Lifearthen, que ha resultado ser más amigable de lo que parece, intenta hablar con él, se pone tenso. Tal vez siente que ellos saben algo que nosotros no. O tal vez simplemente necesita tiempo.
Sea como sea, la felicidad en el pueblo se siente genuina. La gente ha aceptado su vida aquí, con todo lo extraño que es. Pero a veces no puedo evitar preguntarme cuánto durará.
Día 306 en el nuevo mundo.
Dios… Dios mío… Dios mío… ¿¿¿Por qué??? ¿¿¿Por qué??? ¿¿¿POR QUÉ, MALDITA SEA, POR QUÉ??? ¿¿¿QUÉ TIENE EL PUTO UNIVERSO CONTRA NOSOTROS???
Hoy… Hoy iba a ser un dia feliz… TENÍA que ser un día feliz…
Amaranta… Amaranta mi amiga, nuestra amiga, llevaba meses esperando, cargando ese bebé, sonriendo, soñando con él, imaginando su risa, sus manos pequeñas agarrando las suyas, su vocecita llamándola mamá. NOSOTROS esperábamos con ella… la veíamos hablarle a su vientre, hacerle promesas… incluso yo… yo… yo lo esperába también, aunque no fuera mio, aunque no fuera mi hijo…
Pero… pero el bebé… el bebé no estaba vivo. No como debía… no lloró, no se movió, no respiró… No podía respirar. No podía hacer nada por sí mismo. Solo estaba ahí… pero no estaba.
Y los médicos, los cientificos, los malditos sabiondos de la agencia… dijeron… dijeron que no tenía… que no tenía lo que necesitamos para vivir aquí, lo que nos hace ser, lo que nos mantiene… Dijeron que no tenía alma.
¿¿¿CÓMO PUEDE UN BEBÉ NACER SIN ALMA??? ¿¿¿CÓMO PUEDE EL UNIVERSO SER TAN CRUEL??? ¿¿¿PARA QUÉ PERMITIR QUE NAZCA SI NO PUEDE VIVIR???
Y ella… Amaranta… ella lo miró, tan frágil, tan pequeño… tan indefenso… y decidió… decidió dejarlo ir. No quería que sufriera.
Lo desconectaron.
Y yo no sé qué hacer con todo esto.
No sé qué escribir. No sé qué pensar.
No sé qué hacer con esta maldita rabia que me quema las entrañas.
Solo sé que esto no está bien.
Esto… esto no es justo.
MALTIDASEA.
Día 310 en el nuevo mundo.
Después de lo que pasó la última semana, de pronto llegaron un montón de doctores ofreciendo vasectomías y ligaduras a quien quisiera. También trajeron condones, pastillas, de todo. No lo veo mal… digo, después de lo que pasó nadie quiere que se repita. Pero no sé, siento que lo hicieron demasiado rápido. Como si ya lo tuvieran preparado desde antes.
No puedo evitar pensar en cuánto nos vigilan. Lo sé, lo he sabido siempre, hay ojos y oídos por todas partes, pero… nunca he visto cámaras. Nunca he visto micrófonos. Nunca. Y eso no significa que no estén ahí.
Al fin y al cabo, esa magia rara que usan lo hace todo más complicado.
Día 427 en el nuevo mundo.
Hoy me desperté con la sensación de que algo está fuera de lugar. No sé qué es, pero lo siento en el aire, en la forma en que los árboles se mueven, en cómo la gente habla entre susurros cuando creen que nadie escucha. No sé si me estoy volviendo paranoico o si realmente hay algo mal.
Los guardias siguen con su actitud de siempre, vigilándonos sin vigilarnos, protegiéndonos sin protegernos. Hablé con Van Lifearthen y le pregunté, en tono de broma, si nos estaban ocultando algo. Se quedó callado un segundo, y luego simplemente dijo: "Siempre hay cosas que es mejor no saber."
No sé si fue una advertencia o una respuesta vacía para hacerme callar.
Por otro lado, Amaranta y su esposo han estado… ¿distantes? No de mala manera, pero siento que el dolor nunca los dejó. A veces la veo caminar sola, con la mirada perdida. No sé qué hacer por ellos.
Sigo con mi investigación sobre cómo nos vigilan. No encontré cámaras, no encontré micrófonos. Pero sé que están ahí. De alguna forma… están ahí.
Día 482 en el nuevo mundo.
No sé porque pasó, pero una científica dejó caer un cuaderno. Lo agarré sin pensarlo, iba a devolvérselo, pero ella se alejó demasiado rápido, como si no se hubiera dado cuenta… o como si no quisiera darse cuenta.
Lo abrí. Mi corazón latía rápido, pero intenté mantener la calma. No encontré mucho al principio, solo notas sobre la gente del pueblo, sus rutinas, sus nombres. Observaciones casi clínicas sobre nuestras vidas, escritas con una precisión que me dio escalofríos.
Pero algo era extraño cuando se mencionaba a Amaranta. No hablaban de ella como los demás. No había detalles sobre su rutina diaria, no había notas sobre su estado de ánimo o actividades. Solo frases cortas, secas. Frases que no tenían sentido.
Y aparte de eso, encontré una nota.
No estaba en el mismo idioma.
Las letras eran familiares, pero la estructura era extraña, casi como si estuviera viendo algo que mi cerebro no quería procesar del todo. Traté de leerla en voz baja, pero las palabras se me atoraban en la garganta.
Algo dentro de mí me decía que no debía haber visto esto. Que no debía estar sosteniendo este cuaderno.
Lo cerré de golpe.
Mañana intentaré descifrarlo. O tal vez… tal vez debería olvidarlo.
Día 589
DIOS MIO DIOS MIO DIOS MIO
DIOS MIO DIOS MIO DIOS MIO
DIOS MIO DIOS MIO DIOS MIO
DIOS MIO DIOS MIO DIOS MIO
DIOS MIO DIOS MIO DIOS MIO
DIOS MIO DIOS MIO DIOS MIO
ESCRIBO ESTO COMO PUEDO COMO ME DEJAN COMO LOGRO NO NO NO NO NO NO NO ESTO NO ESTA BIEN NO PUEDE SER
NOS MINTIERON. TODO. TODO. TODO FUE UNA MENTIRA. UNA MALDITA MENTIRA.
SOMOS HUMANOS. SOMOS HUMANOS. SOMOS COMO ELLOS. IGUALES. IGUALES. IGUALES.
NO SOMOS ESPECIALES NO SOMOS DIFERENTES NO SOMOS OTROS SOMOS ELLOS SOMOS NOSOTROS SOMOS LOS MISMOS
¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿QUÉ QUIEREN?
NOS OBSERVAN NOS USAN NOS DEJAN CREER QUE QUE QUE QUE QUE QUE SOMOS ALGO MÁS PERO NO
NO HAY DIFERENCIA. SOLO SOMOS UN ESPECTACULO.
SI ALGUIEN ENCUENTRA ESTO DIGASELO A TODOS DIGANLES QUE NOS MINTIERON DIGANLES QUE SOMOS HUMANOS QUE SOMOS HUMANOS QUE SOMOS HUMANOS QUE SOMOS HUMANOS
QUE NOS ESTAN MIRAN
Diario confiscado a residente
PROTOCOLO DE AJUSTE DE VARIABLES - FASE 2
Clasificación: Nivel Rubedo - Acceso restringido
Ahora que se han asentado y hemos confirmado los efectos de la gestación sin un alma, podemos proceder con la reducción de la mayoría.
Es imperativo generar un escenario de eliminación controlada. Crea algún tipo de altercado interno que favorezca la fragmentación del grupo. Se recomienda la implementación de información contradictoria:
- Un documento clasificado donde se afirme que sí poseen alma.
- Distribuir dicho documento a un número selecto de sujetos clave con influencia en la comunidad.
- Permitir que la información se propague naturalmente hasta que se genere una división significativa.
- Si la discordia interna no resulta suficiente, autorizar la ejecución selectiva por parte del personal de seguridad bajo la cobertura de un motín o incidente fortuito.
Se autoriza el uso de medidas extremas en caso de resistencia.
El próximo cargamento de Éxanima llegará pronto, proseguid con las pruebas.
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