por Llamas
En mis brazos hallaréis al confidente de toda vida.
Donde vosotros presencíais a un decadente y decrépito anciano, yo contemplo al curioso y aventurado niño; al inquisitivo y apasionado jóven; al padre entregado y bueno; el abuelo tierno y cariñoso con su descendencia.
Cuando juzgaís a ese nefasto criminal, percibo en su esencia la inocencia rota por abusos, maltratos y traumas de aquel psicópata que ahora condenaís. Aquel que vosotros creasteís.
Pero no os culpo. Es la esencia del mortal ver las cosas tan limitadamente. Pues soy yo el único capaz de ver y comprender el matíz de todos y cada uno de los detalles que implican vuestra existencia.
Cuando las pesadas cargas que os abruman comiencen a aplastaros, ¡tomad descanso en mi regazo! Pues ahí, solamente ahí, encontrareís el reposo y la fortaleza para soltar aquello que os aflije.
En mi beso, el único realmente dulce, sincero y reconfortante, hallareís el derecho que todo mortal se gana sin importar credo, acciones o especie. Así de puro es mi amor…
Porque os amo con la ternura que tan solo un eterno corazón puede albergar y os recuerdo a cada uno de ustedes, y cada pequeño fragmento de vuestras complejas historias será por siempre un capítulo más en las páginas de mi memoria.
Pues, comprendo la esencia de los mortales y su temor a que su paso por el mundo no deje huella, ¿cómo podría dejaros en las abrumadoras tinieblas del horror que es ser olvidado? Al final, yo soy quien siempre los recordará cuando caigan en la inexistencia. Porque mi amor es el único eterno, el único inconmensurable, el único que ve lo que vosotros realmente sois y que siempre seráis.
¡Venid, relajaros y dejad que mi amor les dé el alivio y descanso por el cual sus cuerpos y espíritus claman! ¡Venid, niños, venid! Que sus penas y preocupaciones se disuelvan en la nada. Todo estará bien… Dejad todo en mis manos…